miércoles, 15 de julio de 2009

Una lección para No Olvidar

Una ferviente lectora y amiga, Beatriz Palacios, me hizo llegar esta experiencia que tiene que ver con muchos de nosotros y nuestras propias conversaciones internas, conversaciones que basadas en creencias limitantes nos cierra posibilidades de conocer y darnos a conocer entre nosotros mismos. Quisiera compartirla con ustedes.

Año 1997. Línea aérea de bandera Francesa. Vuelo por primera vez en avión.
¿Destino? ¡París!
Dos líneas de asientos, tres a cada lado, y cinco al medio.
Carlos estaba sentado del lado de la ventanilla, yo en el medio y a mi lado sobre el pasillo un señor del que recuerdo llevaba puesta una campera de cuero marrón, era de tez morena y muy correcto y educado.
Carlos y yo estábamos excitados ya que ese viaje era un sueño para nosotros; hijos de obreros, clase media baja, con suerte estudios secundarios.
Cuando ese señor sentado a mi izquierda comenzó a conversar conmigo, yo; honestamente ,le prestaba muy poca atención, porque no me perdía detalle del movimiento interno del avión.
Detalles atractivos para mí (ratón de estroja) que me sentía Cenicienta en la calabaza y que acataba las indicaciones de la azafata con obediencia ciega.
Mi vecino de la izquierda me recordaba al señor que pasaba una vez por semana vendiendo verduras con un carrito. (¿Qué hacía en ese avión de Air France?!) Bueno, no importaba, era lo menos relevante de la experiencia.
Desalentado por mi estúpida indiferencia hizo un paréntesis en la (unilateral) conversación, hasta que más tarde la retomó para contarme que era ingeniero especializado en petróleo, que su compañero en el otro pasillo era su jefe y que después de París seguirían viaje bien al norte de Europa.
Me asombró bastante, en realidad, fue una cachetadita.
Más tarde me tocó el brazo y me dijo, señalando a dos personas sentadas delante de nosotros: “Esos dos de ahí delante son rusos”.
¿Si?, pregunté asombrada ya que ni siquiera los había escuchado hablar.
Acto seguido se estiró, tocó el hombro de uno de ellos y se puso a charlar con los dos….¡en Ruso!
En mi niñez y adolescencia me enseñaron no sólo a no dejar que nadie me haga sentir inferior, sino también a respetar a todas las personas.
He tenido, por mi trabajo, oportunidad de tratar con personas de distintas nacionalidades, y a pesar del paso del tiempo cada vez que tengo contacto con personas de nacionalidad Boliviana, que son, en líneas generales ,tan suaves, tan educados, que es raro notar que levanten la voz, no puedo evitar recordar al ingeniero Boliviano que me “ubicó” en aquel vuelo, no sólo con un título universitario que yo no poseía, sino con sus conocimientos de idiomas.
En estos tiempos, cuando escucho que Europeos, otrora divididos, se unifican y aúnan criterios para expulsar el excedente de inmigrantes (después de sacar cuentas de los que necesitan para hacer los trabajos que ellos no harían) me alegra que la Nación Argentina no haya manejado esas cuentas ni esos criterios cuando recibió la inmigración masiva del fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y espero que nunca los tengan porque la tierra como planeta…es de todos; es más: NUESTRO o Mío…son términos relativos.

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