Editorial Dejar Huella: Nuevo Año, nuevos descubrimientos.
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Cada día vivido nos deja de “regalo” experiencias, que aunque simples resultan significativas, ya que nuestra consciencia las transforma en escalones espirales, para nuestro continuo aprendizaje.
Tal vez este mes de diciembre, sea una buena época para preguntarnos: ¿Qué ha sucedido en este año?.
Una pregunta que no solo conviene hacerse a la finalización de un año, al cierre de un ciclo, o en una simple “noche vieja”.
Recuerde que una mente sin objetivos es como un barco que, cuando enfrenta una tormenta, da vueltas a la deriva.
Examinar nuestras propias experiencias es una facultad que sólo la especie humana puede realizar.
En lugar de esperar un nuevo año, tal vez la pregunta pueda hacérsela cada noche, a la finalización de una jornada. Revisar lo que hemos vivido durante el día, es un lujo que no debemos dejar pasar en nuestro desarrollo integral como personas.
El simple repaso de los sucesos más significativos del día, es un regalo evolutivo de consecuencias insospechadas.
Si cada noche nos preguntamos ¿Qué ha sucedido hoy?, estaremos adquiriendo el hábito de examinar experiencias cotidianas, para convertir en aprendizaje, los momentos más memorables de nuestra existencia. Mediante este simple ejercicio podrá tomar conciencia de lo que realmente sucede, para luego evitar repetir conductas automáticas, sintiendo como abre nuevas oportunidades y metas renovadas. Sin lugar a dudas, un ejercicio que aportará nuevas miradas y despejará el camino de obstáculos.
Cada pregunta nos regala un nuevo descubrimiento.
Si preguntamos ¿qué ha sucedido el día de hoy?, recorreremos aquellos intereses y objetivos que nos hemos marcado para la jornada.
Si la pregunta es, ¿en qué he progresado hoy?, identificará y reforzará los progresos realizados, corrigiendo desvíos y disfrutando los logros conseguidos.
Si pregunta, ¿qué ha sucedido hoy de especial, maravilloso o significativo?, seguramente profundizará su aventura interior y el sentido mismo de su vida.
Si lo que le interesa es su calidad de vida afectiva, quizás se pregunte, ¿en qué momentos he sentido generosidad y compasión?
Y si lo que mueve la vida es el servicio a los demás, puede preguntarse, ¿a quién he ayudado hoy?
Recuerde que cada momento dedicado a la identificación y toma de conciencia del día vivido, es la mejor inversión que podemos hacer en nuestro propio desarrollo.
Rápidamente comprobará que los efectos transformadores de este auto-aprendizaje son desproporcionados en relación al esfuerzo que demandan.
Merece la pena no cerrar ni un sola día, sin antes dedicar unos instantes al repaso de nuestro pasado “trozo de vida”.
Examinar cada día, sin auto-reproches ni alabanzas, es un hábito con poder suficiente como para asegurarnos una mejor calidad de vida, erradicando pensamientos y conductas no deseadas.
Proceda a observar y reconocer, y los cambios vendrán por sí solos, tan suaves y delicados como la brisa marina, que acaricia nuestro rostro y nuestra alma.
