sábado, 5 de septiembre de 2009

Paciencia Divino Tesoro

La enciclopedia se refiere a la paciencia como la actitud que lleva a algunos humanos a poder soportar cualquier contratiempo y dificultad.
Pero la paciencia no es permanecer pasivo ante el sufrimiento, no significa no reaccionar ante la injusticia ni tampoco aguantar hasta no dar más.
Paciencia es tener el suficiente dominio para aceptar con serenidad el dolor y las innumerables pruebas que la vida día a día nos pone a nuestra disposición para el continuo aprendizaje y crecimiento.
En este rápido mundo en el cual nos toca estar viviendo, donde la velocidad está presente en cada una situaciones de nuestra vida, donde la prisa es un denominador común que hace que corramos para ir de vacaciones, que nos apuremos para finalizar los estudios, que nos atiendan rápido en el restaurante, sintiendo que corremos tras el tiempo sabiendo de antemano que esa carrera nunca la vamos a ganar (continúa...).


La prisa, los apurones, nos impiden disfrutar del presente. Disfrutar de cada instante sólo es posible con unas dosis de paciencia, virtud que podemos desarrollar y que nos permitirá vivir sin sobresaltos, sin prisas. La paciencia nos permite ver con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.
La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan ya que piensan que a las cosas que no dependen estrictamente de uno hay que darles tiempo.
Paciencia también con quienes estamos siendo y con quienes nos relacionamos, desarrollar la paciencia para convivir con las personas con las cuales tratamos, entendiendo que no siempre se comportan como nosotros quisiéramos y comprender que a veces ellas mismas están luchando con empeño por superarlos, mal carácter, faltas de educación, suspicacias, engaños, egoísmo, que sobre todo, cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos romper la convivencia o hacer ineficaz nuestro interés en ayudarlos.
El discernimiento y la reflexión nos ayudan a ser pacientes, teniendo la posibilidad de enseñar cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, dar una buena contestación ante una impertinencia puede hacer que nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas.
Amigos lectores, quiero dejarles un regalo, un regalo de la naturaleza que tanto tiene para enseñarnos, aunque muchas veces no tengamos tiempo para escucharla.
Aprende del Bambú Japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra, no se para impaciente frente a la semilla sembrada, llenándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por Favor, crece!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en No Apto para Impacientes: Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla aparentemente durante los primeros siete años. A tal punto que, un cultivador inexperto, estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas... la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!
¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

En la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que se mantienen en forma perseverante y coherente (no los tercos e ilusos) y saben esperar el momento adecuado. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos (que todos tenemos), recordemos el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, está
sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un tiempo... Como nos cuestan las esperas!
Que poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos... Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi... Nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué...
Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés... ¿Para qué?
Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Gobernar aquella toxina llamada impaciencia, la misma que nos envenena el alma. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes... quizá solo estés echando raíces...

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