jueves, 26 de marzo de 2009

De cara a la Luz

El que no da la cara a la luz, se obliga a caminar detrás de su propia sombra.
Resulta más fácil entregarnos a nuestra propia sombra, a nuestros sueños.
La sombra no tiene peso, y por eso al proyectarla contra un obstáculo fácilmente lo supera. Se retuerce, se amolda, trepa y se alarga. Ha logrado muy fácilmente superar el obstáculo con el que nos topamos en el camino. La sombra ha pasado. Pero nosotros no. Porque el obstáculo es real. Y nos encontramos detenidos por lo que se atraviesa ante nuestros pies.
Es probable que en ese momento giremos la carretilla de nuestra sombra y creamos seguir tras ella simplemente porque la seguimos empujando delante nuestro. Y así vamos sembrando nuestra vida con trozos de camino que terminan siempre en fracasos, aunque no tengamos el coraje de reconocerlo, autoengañándonos con la convicción de ser leales a una idea.
Pero el que se anima a dar la cara a la luz, obliga a su sombra a marchar detrás suyo, haciendo su mismo camino. Porque el que camina con la luz de la realidad en sus ojos, también tiene su sombra. Pero no la sigue. Es ella la que lo sigue a él. Y su sombra no supera obstáculos que previamente no hayan sido traspasados por los pasos reales del que camina.
Solo el hombre con una sombra madura puede esperar sin miedo la luz de un nuevo amanecer. Será un hombre que ha hecho su camino.

Estos párrafos extraídos del libro Madera Verde del monje Benedictino M. Menapace, nos invita a reflexionar acerca de cómo estamos recorriendo nuestra vida, de qué manera estamos enfrentando cada nuevo desafío que se nos presenta.

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