miércoles, 11 de mayo de 2011

Estrella de Mar

En un paraje de sol y de paz, se hallaba un escritor que vivía junto a un pequeño poblado de pescadores. En su tranquila vida, cuando llegaba el amanecer, daba un largo paseo por la orilla del mar. Un día como otros, divisó a lo lejos una joven que parecía bailar sobre la orilla.

Conforme se fue acercando, comprobó que la hermosa muchacha recogía estrellas de mar halladas en la arena y las devolvía con gracia y ligereza al océano.

--¿Por qué hace eso?-- preguntó el escritor un tanto intrigado.
--¿No se da usted cuenta?--, replicó la joven,
--con este sol de verano, las estrellas se secarán y morirán si se quedan aquí en la playa.—
El escritor no pudo reprimir una sonrisa y contestó:
--Joven, existen miles de kilómetros de costa y centenares de miles de estrellas de mar... ¿Qué consigue con eso?. Usted sólo devuelve unas pocas al océano--.
La joven, tomando otra estrella en su mano y mirándola fijamente, dijo:
--Para ésta ya he conseguido algo-- dijo lanzándola al mar. Al instante, dedicó una amplia sonrisa y prosiguió su camino por la playa. Aquella noche el escritor no pudo dormir... finalmente, cuando llegó el alba, salió de su casa, buscó a la joven a lo largo de aquella dorada arena, se reunió con ella y sin decir palabra, comenzó a recoger estrellas y devolverlas al mar--.

¿Acaso no vale la pena, una sola estrella de mar?
La vida, en muchas situaciones, no mide en unidades, sino más bien se desenvuelve en la suave brisa de la cualidad.

A veces, intuimos que la vida nos llama para dar atención y conciencia, ahí, dónde se encuentra esa estrella de mar. Esa estrella cuyo destino parece no ser el del inmediato morir, sino el de aferrarse a la vida, esa vida que comienza y se renueva.
Si a veces, como esa estrella, sentimos morir por falta de amor, de reconocimiento, de un cálido y sostenido abrazo, morir de pena por una carta no respondida, morir en el intento de ser recordado, morir de ganas de decirle lo que siento, o si tan solo nos abandonamos y cerramos con llave la puerta del alma, tal vez sea el momento de respirar profundo, de estar preparados para que el sentimiento de amor nos busque y encuentre.

Mientras tanto respiremos en la gratitud adelantada, el solo hecho de agradecer por aquello que queremos vivir, es ya vivirlo.

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