jueves, 23 de junio de 2011

Regálame tu silencio

Sucede que a veces, muchos se sienten incómodos en el silencio. Vivimos inmersos en una cultura donde el ruido es una constante, a veces muy molesta.
Estando solos, prendemos la televisión o la radio, no para escucharla, sino para sentirnos acompañados. Relacionamos cualquier forma de silencio con una sensación de ausencia, una atmosfera que nos hace sentir por momentos, inmersos en la tristeza.

El silencio no es solamente la ausencia de ruidos en el tímpano, es también un sereno estado de consciencia.

El verdadero silencio no es tanto el mantener la boca cerrada, sino lo que se produce en el interior de la mente, con nuestros pensamientos.

El hecho de permanecer callados, no significa que estemos por ello alcanzando los beneficios del silencio. El estar en silencio es una actitud que se entrena, un estado que fluye y nos conecta con nuestra esencia.

Es un estado mental, que a medida que se pone a prueba, permite que nuestras ondas cerebrales sean más lentas. Permite encontrarnos con nuestra esencia, calmar y aclarar los pensamientos y
lograr esa paz que solo se percibe cuando estamos en silencio.

El silencio es más que una práctica que relacionamos con culturas extrañas y lejanas. El silencio es una necesidad fisiológica que permite que nuestras neuronas se reorganicen.

La sensación de estar en silencio es tan mágica, que luego de estar varias horas inmersos en el silencio, terminamos dándonos cuenta que durante ese tiempo no ha pasado absolutamente nada y sin embargo ha pasado todo.

El silencio contemplativo, consiente, es aquel silencio que nos mantiene bien despiertos, con los ojos abiertos, con una mirada amplia. El que nos permite disolver nuestros conflictos, aclarar las contradicciones, ampliar los horizontes y conectarnos con nuestras emociones.

Si un día de estos, quieres oír cantar a tu alma, por favor regálame tu silencio, para juntos disfrutarlo.

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