martes, 27 de octubre de 2009

La alegria de saber vivir

Cuenta la historia que una señora fue a hacerse retratar, se colocó ante el fotógrafo con el ceño adusto y una mirada tan dura que asustaba a los niños de la ciudad.
El fotógrafo exclamó: "¡Ponga usted una mirada más alegre!"
La señora quiso obedecer el consejo, pero su mirada seguía siendo dura. Entonces el fotógrafo volvió a insistir y, con un tono entre imperativo y afectuoso le dijo: "¡Mire usted con un poco más de dulzura!"
Y la dama, airadamente, replicó: "Nada conoce usted de la naturaleza humana si le parece que una anciana amargada puede tener la mirada brillante (continúa debajo...)

Si cree que cuando uno está de mal humor puede ponerse alegre sólo porque se lo pidan. Para eso sería necesario ponerle delante alguna cosa alegre"
- "¡Oh! No, señora - respondió tranquilamente el fotógrafo-. Hay algo que usted misma puede ponerse delente o en su interior. Haga usted la prueba otra vez".
El tono y los modales del fotógrafo infundieron confianza en la dama que, repitiendo su intento, logró dar a sus ojos una expresión más viva.
-"¡Ve usted, señora? Así está muy bien - exclamó el artista, observando el fulgor momentáneo que iluminaba ese rostro ajado -. Ya tiene usted veinte años menos".
Cuando ella recibió su fotografía, con firme voluntad se dijo a sí misma: "Lo que hice una vez, podré hacerlo una segunda"
Colocándose frente al espejo ordenó: "Rejuvenécete, Catalina", y sus ojos brillaron de nuevo.
Los vecinos notaron muy pronto el cambio que se había operado en la vieja señora y le preguntaron: "¿Usted se está volviendo joven, señora Catalina?, ¿Cuál es la receta?".
Ella les contestó: "Todo hay que hacerlo en la mente: seamos agradables y encontraremos agrado, alegremos a los demás y estaremos alegres".

Del libro "La alegría de Vivir" de Orison Swett Marden.

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