jueves, 15 de septiembre de 2011

Tocar Vidas

El viejecito ocupaba el menor espacio que podía, no quería ser notado ni quería ser una molestia.

Había quienes se sentían importunados por esa mano arrugada que se extendía con una muda petición de que se le depositara algo.

Y muchas veces lo único que recibió fue una mirada despectiva.

Por tener que esperar a una persona, estacione mi automóvil cerca de él y así fue como tuve la oportunidad de observar, como un anciano mendigante tocaba la vida de los demás, de manera sutil y discreta.

LLegó junto a él, un niño apretando nerviosamente una pequeña moneda, anticipando la sensación de dar, dándole su única posesión y alejándose juguetonamente.

Paso un apurado padre, que lo uso de ejemplo de cómo podría llegar a ser si no se enfocaba en el estudio, para intimidar inútilmente a su revoltoso hijo.

Llegó una viejecita, quien no solo le dio una moneda, sino que también le obsequio el calor de una palabras de comprensión y de ánimo, para que se cuidara del frio que sin misericordia se hacía sentir.

Un jubilado, paso junto a él y en su rostro se leyó un agradecimiento a Dios, por la familia que tenía y por el magro cheque que cada mes recibía.

Paso un policía, que se hizo el desentendido, al ver el temor en los ojos de alguien completamente inofensivo, que le recordó a su viejo, prosiguiendo su camino imperturbable.

Pasaron como cincuenta personas y nadie le prestó atención, sumergidas en sus propias necesidades.

Me baje del auto y me dirigí resueltamente a él, me miro con desesperanza, por su mente paso la eminente expulsión, pensando que yo era el propietario del negocio donde él se refugiaba.

¡Señor! - le dije en voz alta, por si no oía bien, ¡Hace frio y voy al restaurante, me permite que le invite algo? !Hizo el intento de negarse a aceptar, pero el frio reinante le dio valor para decidirse... Un mate por favor...

Cuando cumplí su pedido, recibí el gracias más sincero y conmovedor que he escuchado, me agradecía el haberlo hecho sentir humano, por esa pequeña atención que había tenido con él.

Dejo de sentirse en ese momento, un estorbo, un anciano solitario, un despojo que la sociedad inhumana y fría, esperaba impaciente su desaparición.

De repente fue un recuerdo traído a su estado actual y se sintio con vida, joven y viril, útil y amado.

Pero lo que más me impresiono no fue ese cambio, sino la sabiduría de sus ojos.

¡Porque el sabía que por unas monedas, tocaba las vidas, con su triste ejemplo!

Como se han de imaginar, la persona que esperaba, ya me estaba aguardando impaciente.

¡Nunca vuelvo la vista atrás para ver al anciano, y concluí que esa lección, solo era para mí!

© Sergio Perez

No hay comentarios: