martes, 13 de septiembre de 2011

Confía y abre tus alas.

.. Cuando se hizo mayor, su padre le dijo:

- Hijo mío, no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.

- Pero yo no sé volar - contestó el hijo.

- Es verdad... - dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña.

- Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo , extenderás tus alas, y volarás.

El hijo dudó:
- ¿Y si me caigo?

- Aunque te caigas no morirás, sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento - contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo para ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida. Los más estrechos de mente le dijeron:

- ¿Estás loco? ¿Para qué quieres volar? Tu padre está mal de la cabeza. ¿Para qué necesitas volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?

Los mejores amigos le aconsejaron:

- ¿Y si fuera cierto? Pero, ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?

El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó... Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero desgraciadamente se precipitó a tierra...

Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre:

- ¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.

- Hijo mío - dijo el padre - Para volar, hay que crear el espacio de aire necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas, ¿sabes? necesitas cierta altura antes de saltar.

Para volar, hijo mío, hay que empezar asumiendo riesgos.

Si no quieres riesgos, lo mejor quizás sea resignarse y seguir caminando para siempre.

Cuento: Jorge Bucay

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