Uno de los monjes, el mayor, casi sin detenerse, la alzó en sus brazos y la llevó hasta la otra orilla.
La mujer le agradeció, ya que su hijo estaba gravemente enfermo y ella necesitaba cruzar ese arroyo para verlo. Los monjes siguieron su camino.
Después de haber pasado tres días, el otro monje, el joven, sin poder contenerse más, exclamó: "¿Cómo pudo hacer eso, tomar una mujer en sus brazos ?. Usted conoce muy bien las reglas..."
El monje mayor, espondió con una sonrisa :
" Es posible que haya cometido alguna falta, pero esa mujer necesitaba cruzar ese arroyo para ver a su hijo. Yo solo crucé a la mujer y la dejé en la otra orilla"
"¿Pero que ocurre contigo, que ya pasaron tres días del episodio y aún la llevas a cuestas?".
Y tú, ¿a quién o a qué llevas aún en tus hombros? Hay circunstancias que requieren que demos vuelta la hoja y olvidemos lo pasado para tomar nuestro debido rumbo.
Muchas veces resulta difícil distinguir entre un problema real y uno mental.
Aprende a diferenciar lo que tus ojos ven, de lo que tu mente quiera que veas y recuerdes.
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